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No podrás creer lo heavy que es esto

  • Camila Muñoz
  • 4 oct 2016
  • 2 Min. de lectura
Reflexión a partir de la película Medea de Pasolini
Marionetas del poder

La película Medea, inspirada en la Medea de Eurípides , uno de los fundadores de la dramaturgia occidental (406 a.C.), dirigida por Pier Paolo Pasolini, uno de los artistas más prolíficos y controversiales del siglo XX (1922), no es solo la historia del niño y del centauro que captan la atención del espectador, sino que el rito es el acto que al inicio se lleva el crédito a la crítica, pues detrás de la sangre y la música está el tema político.


Todo indica una idea politizada en la película. Primero, porque se muestra el ritual que es un acto religioso, que realiza la gente de trajes pomposos en la escena inicial donde se muestra que ejercen su poderío hacia el pueblo.


Nos encontramos frente a un rito en donde se sacrifica al más débil, a ese sujeto que es un “don nadie”, un personaje que pasa a ser un objeto desechable porque nos importa un carajo su origen, su ideología y su vida.


Se mutila todo lo que posee de existencia para ser esparcido por los campos y se le quita la vida a uno para asegurar el “pan” para los otros. Pisoteamos con sangre todo lo que él es y representa


¿Y para qué? Para satisfacer las órdenes de quienes están arriba manejándonos como títeres para que el poder triunfe.


¿Y cómo? Pues como se ha hecho siempre: utilizando a otros para que se manchen las manos tornando la tierra a un escarlata que nos demuestra que somos títeres de los más poderosos.


Como la canción de Violeta Parra, “Arriba quemando el sol”:

“Paso por un pueblo muerto

Se me nubla el corazón,

Aunque donde habita gente

La muerte es mucho mayor.

Enterraron la justicia

Enterraron la razón.

Y arriba quemando el sol”.

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