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La bella vacía y la bestia interesada

  • Nicol Vidal
  • 28 oct 2016
  • 2 Min. de lectura

El deseo de escalar y el afán de bajar de clase


La lucha de clases es una forma en que las clases sociales se enfrentan y chocan, para lograr

solucionar un conflicto entre las mismas. Pero, fuera de esta lucha que busca justicia social

y algo más de igualdad entre clases, existen algunos individuos que son -en cierta forma-

una antítesis del que lucha desde el pueblo y son llamados ‘desclasados’ o ‘fachos pobres’.


El arribismo del desclasado y el abajismo del poderoso son puntos que tienen una tensión

constante en La señorita Julia, obra célebre de Strindberg. Los protagonistas, Julia y Juan,

son polos opuestos desde varios puntos de vista, sin embargo, la clase social es el más claro

de ellos, donde ambos tratan de huir a la que pertenecen.

Julia es un mar de inseguridades y soledad, es un retrato frío del que tiene mucho poder

adquisitivo, pero nada de amor en su vida. Tiene la firme intención de huir de su vida de

lujos y mezclarse con la plebe, pero es todo una contradicción, es una dualidad, porque de

todos modos aprovecha su estatus de élite para conseguir lo que quiera de sus sirvientes.

Por otro lado está Juan, un hombre que reniega de su clase y que tiene la intención firme de

escalar de posición social, cueste lo que cueste. Es como esos tipos que abusan de su

verborrea habitual creyéndose algo que no son, hasta que aparece el ‘patrón’ a la vista y

se convierten en un animal manso dispuesto a ser basureado si es necesario.

Estos personajes son tan únicos y tan realistas que cruzan a la cruda realidad dejando de

lado el hecho de que es una obra. La cuica ingenua que vive en una burbuja y ve a los

pobres como animalitos que se manipulan sigue vigente. Un ejemplo claro es la clase

política y su afán por conseguir votos del pueblo de forma bastante humillante, insultando

la inteligencia de éstos últimos. Mientras que el fachito pobre que vota por la derecha es

como una frase que leí en un muro por la ciudad que decía: “Ser obrero y ser de derecha es

como ser puta y pagar por el polvo”.


 
 
 

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